
Muchas veces pienso que debería dejar pasar de largo todas mis posibles relaciones amorosas porque, después de tanto tiempo, queda demostrado que es algo que no se me da bien. Yo lo intento, me preparo psicológicamente para ello, procuro ponerle ganas, pero llega un punto en el que el asunto se va a pique. Normalmente, la culpa suele ser de las circunstancias, lo cual es aún peor, porque no se trata de divergencias, enfados o problemas, sino las más inoportunas circunstancias, que se tuercen cuando menos lo esperas. Y entonces una se cansa y piensa en dedicar el resto de su vida a la lectura y la cría de gatos. En esa fase, justo en esa, es en la que estoy actualmente.